jueves, 3 de diciembre de 2015

Actividad voluntaria cuento.

He escrito este cuento inspirado en el de toda clase de pieles.



Había una vez hace muchos años en un lejano país un rey y una reina que eran jóvenes, estaban enamorados y eran muy felices, el rey era el más valiente de los reyes y la reina la más bella de las mujeres. Solo una cosa les faltaba para alcanzar la felicidad plena, y es que no conseguían tener hijos.
 

Intento tras intento, después de mucho esfuerzo, la reina, al fin, dio la noticia de que se había quedado embarazada. Días más tarde al rey se le ocurrió dar una gran cena de celebración con el resto de la familia real donde todos lo pasaron en grande.
 

Nueve meses más tarde la reina dio a luz, pero, para disgusto del rey, que ansiaba un hijo varón para asegurar la descendencia, no fue así. La reina dio a luz a una preciosa hija, a la que llamó Leonor.  
 

Días después del parto la reina comenzó a enfermar. Al principio el rey no se preocupó demasiado, pues pensó que esto sería algo pasajero y que podrían tener un hijo más adelante y así que él continuara con el reinado cuando los reyes fuesen mayores. El rey pasaba los días junto a ella, para asegurarse de que estaba lo mejor posible y que no le faltase de nada. La reina, que se sentía muy mal y pensaba que iba a morir, hizo que su marido le jurara dos cosas:
 

La primera, que algún día si ella faltaba, este iba a entregarle a su hija Leonor, una caja en la que dentro había un anillo, que a la reina le había entregado su madre, para que el rey se lo diese a Leonor y así tener algo que le había pertenecido a su madre.

 

Y la segunda, que este volviese a rehacer su vida, casándose con otra mujer, pero no otra mujer cualquiera, sino una mujer, al menos, tan buena como ella, con la que tuviese descendencia.
 

Y este como buen marido que amaba a su mujer lo juro.
 

 Al poco tiempo la reina falleció, dejando el reinado sin descendencia, por supuesto. El rey estuvo durante muchos años, exactamente 18, muy triste, dedicándose única y exclusivamente a su hija.
 

Los consejeros del rey preocupados porque el reinado iba a quedar sin descendencia le comentaron al rey que ya iba siendo hora de que pensase en volverse a casar y conocer otra mujer. Después de mucho insistir el rey decidió entregarle a Leonor el anillo que le dejo su madre, ya que esta ya había cumplido la mayoría de edad, ya tenía 18 años. Y también ordenó a sus consejeros planificar un baile al que acudiesen bellas mujeres, de alta clase, para ver si así encontraba de nuevo otra vez el amor. 

El baile no fue ningún éxito, ya que las mujeres querían solo al rey por interés de ser reinas, y no para enamorarse de él. Lo que le llevo a pensar al rey que eso no era de ser buena persona, y eso es lo que el juro a su esposa, que se casaría con una mujer buena. Por lo que decidió buscar por su propia cuenta, viajando y conociendo mujeres.
 

Al rey no le hizo falta irse muy lejos. Un buen día se despertó y decidió irse a montar a caballo. Galopando por el monte se encontró a una bella mujer que hacía lo mismo. Cuando de repente el rey, embobado por su belleza cayó del caballo y esta corrió hacia él para ayudarle. Esta mujer le llevo a su casa y llamo al médico, y cuando el rey despertó del golpe le agradeció mucho lo que había hecho por él.

 

El rey volvió a casa feliz, acompañado por la buena mujer que le había socorrido.
 

Leonor vio desde la ventana de su habitación como su padre llegaba con una mujer, cosa que no le sentó muy bien, porque ella no quería tener ninguna madrastra. Bajo rápidamente a los salones de palacio y le preguntó a su padre que quien era esa mujer. El padre le explicó lo sucedido y esta se quedó llorando durante horas en su habitación. Leonor, llena de rabia, decidió fugarse de su casa, bajo a los talleres de costura del palacio, donde confeccionaban toda su ropa, cogió todo tipo de pieles, para resguardarse del frio durante la noche y se puso a andar sin rumbo por el bosque.
 

Al día siguiente cuando el rey se dio cuenta de que su hija no estaba en su habitación, ordeno a todos sus súbditos que la buscaran hasta encontrarla.
 

Estos fueron a buscarla por el monte. La mujer que el rey conoció el día anterior vio demasiado revoloteo por el monte mientras los hombres del rey buscaban a Leonor, por lo que se decidió a preguntarle al rey, preocupada, que ocurría.
 

El rey le explico lo sucedido y la buena mujer estuvo en todo momento ayudándole y apoyándole en su dolor.
 

Pasaron dos días hasta que encontraron a la joven, tirada inconsciente en el monte. Pero dio la casualidad de que no fue ninguno de los hombres del rey los que encontraron a Leonor, fue la buena mujer de la que el hombre ya estaba enamorado.
 

Cuando pasaron unos días y Leonor se recuperó se dio cuenta de que era ella la que la había encontrado, y por lo tanto la que le había salvado la vida.
 

Leonor se disculpó con su padre y también con ella, dándose cuenta de que había sido una rabieta sin sentido.
 

Más adelante empezaron a llevarse bien, Leonor empezó a querer a la futura esposa de su padre, aquella que iba a darle hermanos también.
 

Pasado un año, se celebró la boda y todos fueron felices. El rey y la nueva reina tuvieron un hijo varón, que continuaría, cuando fuese necesario, con el reinado.

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